viernes, 22 de abril de 2011

Bajo la cúpula de un cielo infinito.


Empezaba a caer la noche. Él la estaba esperando en su habitual esquina, empañaba con su aliento el cristal del escaparate en el que estaba apollado y dibujaba corazones y estrellas con el dedo. Las calles estaban abarrotadas de gente que iba y venía sin detenerse, vestidos de pies a cabeza con botas de piel, gorros de lana y chaquetas de manga larga. El frío del invierno se hacía notar. La reconoció tan rápido, estoy segura de que podría distinguirla a ciegas. Allí estaba Ella, tan espléndida como siempre, con esa sonrisa cálida de oreja a oreja que iluminaba su rostro. Con los labios pintados de esa barra de carmín que Él le había regalado unos meses antes. Allí estaban los dos, bajo la intemperie, abrazados el uno al otro. Eran completamente diferentes, pero no cabía la menor duda de que algo muy fuerte les unía. Él era un romántico sin causa, adoraba leer libros de poesía y los atardeceres en la playa, no le gustaba quedarse en casa, bebía el café de un sólo trago y sin azúcar, no creía en los milagros ni en las casualidades, -si quieres algo en esta vida, hay que trabajar para conseguirlo, nadie te regalará nada- decía Él siempre. Ella adoraba la montaña, prefería los amaneceres y odiaba el café. Era una loca del rock, le gustaban las camisetas con nombres de grupos raros que a Él jamás se le pasaría por la cabeza escuchar. Andaba todo el día descalza, para, según decía Ella, poder notar mejor la temperatura del suelo. Odiaba los juegos de mesa, pero adoraba los deportes de riesgo. Eran dos universos paralelos entre sí, pero sin embargo, ahí estaban ambos. Abrazados bajo un cielo infinito, susurrándose al oído miles de tonterías de las que Ella reía. Ahí estaban, el día y la noche fundidos en un solo cuerpo. Su amor era una cosa tan increíble, aquella era una historia de las que sólo suceden una vez cada mucho tiempo. Quebrantaron todas las normas posibles, su amor rompió barreras y transpasó límites. En el pueblo, todo el mundo hablaba de ellos, no entiendo que fue lo que les sucedió. Unos dicen que Él se fue por trabajo a nose dónde y la abandonó, comentan que tanta fue la tristeza que inundó su corazón que un día Ella... tomó una decisión. Murió de amor por Él. Pero eso solo es una historia, se rumorean otras cientos como esa, desde las mas increíbles hasta casualidades del destino. Hay quién dice, que el padre de Ella no lo aceptaba y ambos huyeron lejos, donde no pudieran encontrarlos nunca, asi vivirían el resto de su vida juntos y enamorados como el primer día. Pero sin duda, mi historia preferida es la que sólo unos pocos conocen, se decía, que Ella tenía varios amantes, y un día, Él la descubrió con uno de ellos. Él entró en cólera y corrió hacia el barranco del pueblo. Lo demás, ya es historia. Ella destrozada por lo sucedido, no aguantó, y se lanzó en busca de su amado. Y desde entonces, en el cielo brillan cada noche dos estrellas, dos cuerpos celestes fundidos en uno solo, en el cielo inifinito. Y esta, es otra de las muchas historias que te podría contar, yo no se qué les paso, pero creo que estén donde estén, Ella estará tan hermosa como siempre, con esa sonrisa tan cálida de oreja a oreja que ilumina su rostro, con los labios pintados de ese carmín que tanto le gustaba y Él, estará susurrándole tonterías al oído de las que luego ambos reirían.
Ahí estarán, suspendidos en el cielo, ante miles, o millones, de infinitas posibilidades.

2 comentarios:

  1. Tía me gusta mucho tu blog, lo acabo de ver en la página del tuenti jaja :), te sigo y me verás comentandote por aquí eh :).
    Pásate por el mío, besitos(L).
    http://evitiwis.blogspot.com/

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  2. me encanta tu blog, sigue así.
    Un beso !

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